jueves, 13 de noviembre de 2014

Es hora de romper con la sociedad de jóvenes de vidas grises


Alguna vez me preguntaron quién era yo… al instante se me vinieron a la mente un sin número de actividades y cualidades que me describían a la perfección. Sin embargo, y como una manera de razonar más sobre mi existencia, me di cuenta que lo que creía que era yo eran puras banalidades. Es ahí en donde recuerdo que Nietzsche decía que nacemos para morir, o en la República de Platón cuando en su mito de la caverna explica que mientras vivimos nacemos alienados de ese mundo ideal de dónde venimos y que al morir volvemos, como el hijo pródigo que vuelve a casa.

Entonces, ¿quién soy yo?, ¿seré un ser condenado a la muerte?, ¿nada más me esperará? En una mera manera existencialista he decido buscar la nueva visión de los jóvenes sobre el mundo y lo que los rodea. Y si bien los resultados no podrán ser los esperados, aún soy de las que creen que el planeta puede ser un lugar mejor.

La doctora Ana María Fernández en la presentación de su libro "Jóvenes de Vidas Grises, Psicoanálisis y Biopolíticas" hace subjetivaciones sobre las tensiones con modalidades existenciales a las que se enfrentan las nuevas generaciones, que accionan en abusos y excesos de diverso orden -violencias, crueldades, trastornos alimentarios, adicciones- configurando situaciones de desborde de lo pasional salido de cauce.

La educación de los padres influye mucho en este tema. El consentimiento excesivo por parte de ellos, hace que se críen jóvenes incapaces de afrontar los problemas de la vida diaria, han intentado cultivar un mundo perfecto que se rompe más fácil que una burbuja de jabón, es ahí en donde nacen las frustraciones, rabias, dolores, que hacen a los adolescentes una generación gris, sin esperanza de un futuro mejor.

Pero ¿cómo no se rompe la burbuja si a cada instante nos enfrentamos a una sociedad que nos quisiera comer vivos? En un país como el nuestro desde que salimos de nuestra casa estamos en constante peligro. Cada día se convierte en una jungla de cemento en donde la supervivencia del más fuerte –o como se dice coloquialmente donde el vivo vive del bobo- es la estrategia clave para llegar salvo a casa. 

Y es que antes no era así, pues como dicen nuestros padres la urbe antes era un lugar más seguro. Los jóvenes tenían más ganas de superarse y salir adelante, de salir a la calle a hacer amigos y jugar a la pelota. Ahora, y gracias a la tecnología, los problemas de la vida diaria se han delegado a simples aparatos, a un perfil de Facebook, a subir una foto en Instagram o a no desconectarse de Whatsapp.

Entonces ¿en qué se convirtió nuestro planeta y su sociedad? Hay quienes aseguran que estamos entrando en un proceso de involución, que nos hemos convirtiendo en una población enajenada por lo que llamamos ciencia y comunicación. Que cada segundo nos venden contenidos baratos y sin sentido, que nos aleja de la realidad para vivir un mundo irreal, en donde los modelos de perfección son puras banalidades.

Es ahí en donde me encuentro yo, en la eterna disyuntiva de dejarme llevar por la corriente, o ser alguien diferente, superando lo establecido y rompiendo con esa sociedad de jóvenes grises, pues al abrir los ojos es imposible no darse cuenta que la vida es algo muy lindo y por lo que vale la pena luchar.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

Una carrera para encontrar el hombre ideal


Hay un dicho popular que dice que “cada tiesto tiene su arepa”. Pero en el camino de la vida, y más aún en el de la juventud, a veces pareciera que el amor cada vez se convierte en una utopía difícil de alcanzar. Es ahí donde nace la pregunta si es un sentimiento, una costumbre o un estilo de vida,  y en el intento de responderla, nuestra vida se convierte en una constante lucha a lo largo del tiempo por intentar encontrar esa media naranja que nos haga sentir completos y amados.

¡Pero esa persona no puede ser cualquiera y más si se es mujer! Desde niñas hemos crecido con estereotipos ideales de hombres perfectos. Basta sólo con ver las películas de Disney para imaginarnos un mundo en donde conocemos a nuestro príncipe azul y ese mismo día nos jura amor eterno para vivir felices por siempre, o las novelas de televisión que muestran que la pobre campesina siempre se queda con el joven más rico, deseado y exitoso. Sin embargo, a pesar de toparnos con la cruda realidad del mundo amoroso, seguimos esperando fielmente que la realidad supere la ficción.

Considero que toda la vida he intentado encontrar a ese hombre ideal que me haga sentir como la cenicienta del amor, pero confieso que en el camino he tenido que besar muchos sapos. Gordos, flacos, bajitos, altos, creídos, tímidos, divinos, no tan lindos y los que más abundan por estos días  “los  perros” -aunque pensándolo bien, no sé cómo se le puede comparar con esos animales que lo único que tienen es fidelidad y lealtad por su amo- Y no es una columna feminista, ni mucho menos resentida, porque a pesar que he tenido la oportunidad de saber que es estar enamorada de un mujeriego, todavía sigo creyendo en el amor, y como muchas, que algún día ese hombre por el que tanto sufrí llegará en el momento menos pensado para decirme que ha cambiado y se ha convertido en esa persona perfecta con la que siempre he soñado.

Bien dice el psicólogo Luis Vanegas que las mujeres suelen idealizar en exceso el concepto del “hombre ideal” y que esta obsesión la puede alejar de la oportunidad de conocer a una persona de carne y hueso con  virtudes y defectos, aciertos y errores. Entonces ¿no será que el hombre perfecto está en el poder aceptar nuestra condición de seres humanos reales?

Para muchas tiene que ser emprendedor y detallista, para otras caballero, sensible y buen amante y están las que los prefieren descomplicados y buen polvo. Pero más allá, el problema radica en creer que un hombre fantástico puede llegar a cambiar nuestra vida. La dependencia a ser aceptado y querido por el otro nos ha llevado a alejarnos de lo verdaderamente importante, amarnos a nosotros mismos y aceptarnos como somos, pues esta búsqueda implacable no es más que intentar encontrar en el otro, lo que a nosotros nos hace falta.

Se debe caer muchas veces en la realidad en donde, así como las mujeres, los hombres son seres que se equivocan, que sienten, pelean y se frustran, así como dejar de creer que sin una pareja sentimental no nos realizaremos personalmente. Un hombre perfecto no asegura el éxito de una relación y el secreto del amor es querernos tanto que no deseemos cambiar al otro y lograr aceptarlo como tal y como es.


Es hora de dejar la carrera por buscar el hombre perfecto, y esto no quiere decir rendirse antes de llegar a la meta, sino entender que la perfección está en tolerar al otro y encontrar en sus debilidades una manera superación mutua. Porque más allá del físico, el hombre ideal es aquel que nos hace sentir en un segundo dos mil revoluciones a nuestro corazón, que nos corta la respiración solo con tenerlo cerca y lo más importante es aquel que nos hace amarnos a nosotras mismas tales y como somos: imperfectas, sensibles y con ganas de encontrar el amor de nuestra vida. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

tema columna libre

Lo que las mujeres esperan de los hombres: es una visión de lo que en verdad esperan las mujeres de los hombres, sus actitudes y comportamientos en cuanto a relaciones sentimentales se refiere. Es intentar eliminar el estigma de encontrar el hombre perfecto y encontrar en pequeños detalles el hombre ideal, para así independizarnos del género masculino y ser autosuficientes, querernos por nosotras mismas y poder ser felices estan solteras, con novio, casadas, etc.

Fuentes:

  • Lo que han dicho los psicólogos sobre este tema.
  • Los estudios sobre cómo influye una relación sentimental en la vida de las mujeres. 
  • Autores sobre el autoestima.
  • Otros blogs que describen la vida sentimental y lo que las mujeres quieren.