El 13 de junio de 1954, se
enciende una caja mágica en Colombia que a blanco y negro, y con un discurso
del General Rojas Pinilla, partiría la historia de la sociedad en dos. Era algo
inimaginable, ¿cómo a través de un
pequeño televisor se puede reflejar la ´realidad´ de un pueblo, con altas dosis
de entretenimiento? Y así nació la televisión en el país… O quizá, será
pertinente decir, ¿el negocio más
lucrativo?
Y así en un abrir y cerrar de
ojos, o en pasar de un canal a otro, pasaron sesenta años…
Primero fue Producciones Punch, luego
Caracol, RCN y RTI los encargados de encender la luz en las pantallas de los
pocos colombianos que podían tener acceso a la televisión en el país. Después apareció
el canal Teletigre ¿se acuerda? porque yo no, quizá debe haber sido porque
fracasó al poco tiempo por poca sostenibilidad económica, y porque ahora es el Canal
Institucional.
Sin embargo, después de tanto
tiempo de pasar solo dos canales en nuestra pantalla, parece que el contenido
es el mismo. En veinte años de ver la televisión colombiana me quedan recuerdos
de haber visto los 17 años de Padres e Hijos -con los amores y desamores de Daniela
y las frases célebres y la sensatez de Charlie-, las dos o tres repeticiones de
Betty la Fea (en la que nos hizo creer que así hayas hecho seis semestres en la
San Marino y te tiñes el pelo de rubio, la suerte de la fea siempre la linda la
va a desear); Café con Aroma de Mujer, que con Gaviota vino a defender el honor
de los cafeteros hoy insultados por la llegada de Starbucks; y el show más
versionado y aburrido en toda la historia, El Desafío.
Parece no ser poco seis décadas
de la misma pobre interpretación de la realidad colombiana, para que hoy en día
sigan ganado el prime time novelas de reencauches mexicanos en donde la pobre se queda con el amor del más lindo y rico, series
en donde el narcotraficante más que un criminal, termina siendo un héroe de la sociedad, los
realities y concursos de talento en donde termina ganando el que da más
lástima, y las mañanas con los chistes flojos de Jota Mario. Sin contar que en
cuarenta años de Sábados Felices lo único que causa risa son las pintas de la
Gorda Fabiola.
Pero es que en verdad no estamos
preparados para algo nuevo. A pesar que nuestra realidad ha cambiado, seguimos
viendo lo mismo. Nos gusta levantarnos y ver como tres personajes haciendo ridiculeces
en un sofá se ganan más que lo que uno se hace al año en un mes, luego un
noticiero que más que informar le hace oda a la politiquería en el país. Sin contar
que en las tarde preferimos ver las repeticiones de culebrones mexicanos de las
tres Marías (María la del Barrio, Marimar y María Mercedes de hace 15 años y
sólo hasta las 12 de la noche le damos un espacio a la opinión.
Y no es que no se haya tratado de
hacer algo diferente, pues pocos espacios televisivos han intentado educar y
generar sentido crítico sobre la verdadera realidad del país. Así como lo
afirma Nicolás Rosales realizador de Profesión Hogar del Canal RCN “aunque
intentamos hacer contenidos nuevos que le aporten algo a los televidentes,
ellos prefieren seguir viendo las mismas novelas de siempre, que ni siquiera
son producto colombiano”.
Entonces es ahí en donde nos cabe
reflexionar ¿qué les espera a las
generaciones futuras criadas con contenidos basura? Si bien nuestra idiosincrasia
nos ha enseñado que la televisión, abanderada por RCN y Caracol, nos muestra
parte de nuestra cultura es pasar la mayoría de tiempo sentados en frente de un
televisor, que más que un libro, tiene toda la verdad sobre nuestra historia;
es hora que comencemos a cambiar de mentalidad y exigir mayor calidad en el
contenido que vemos. Una televisión más educativa y participativa, en donde el
argumento le gane al show. Lastimosamente en Colombia esto parece ser solo una
utopía, un sueño de pocos casi imposible
de alcanzar.