En Colombia somos altos
consumidores de novelas y dramatizados de la televisión. A pesar de esto,
parece no ser suficiente que estos programas ocupen gran parte de la televisión
nacional, para vivir los verdaderos ´culebrones´ fuera de las pantallas. Si es
escribiera una novela de la administración del alcalde de Bogotá, Gustavo
Petro, seguramente el nombre más apropiado sería ´Entre amores y odios´,
ganando altos puntos en rating nacional en el horario Prime Time.
Nada comenzó bien. Fue elegido
tan sólo con cerca de 720.000 votos, de los más de 3 millones posibles. Lo que hizo que el mandatario de
izquierda comenzara con gran parte de oposición en su bancada (hasta de su
propia ideología. Después de abandonar el barco del Polo Democrático al ver
cómo se hundía con el escándalo del Carrusel de la Contratación, por su
antecesor Samuel Moreno).
Como buen politiquero se
aprovechó de los más pobres haciendo promesas como: agua gratis para todos, más
jardines infantiles para los más pobres y verdadera inclusión de los
recicladores con el programa Basura Cero de la capital. Sin embargo, y como en
buena novela colombiana, una serie de
eventos desafortunados han hecho que el protagonista de nuestra historia
encuentre mil y una peripecias para no llegar a su tan anhelado final feliz.
Y como si fuera poco, cuando
pensamos que el villano de nuestra historia -o en otras palabras, nuestro ilustrísimo procurador “San” Alejandro
Ordoñez- el pasado 9 mayo se saldría con la suya destituyendo e inhabilitando
del cargo al burgomaestre, con argumentaos tales como: implementar un modelo de
aseo por fuera de la ley, entregar licitación para la recolección de basuras
sin garantías, asignarle la prestación del servicio de aseo a dos entidades sin
ninguna experiencia, recurrir en improvisación y poner en peligro la salud
pública de los bogotanos, entre otros; nuestra María la del Barrio bogotana, ¡o
perdón! nuestro alcalde, llora, patalea y pelea con uñas y dientes, hasta que
vuelve al poder.
Si bien nos gusta que el
protagonista siempre tenga un final feliz, los capitalinos ya no saben si Petro
es la Betty la Fea, o la Patricia Fernández (más
conocida como la Peliteñida) de la administración distrital. Por mi parte
se asemeja más a la despampanante rubia, que como a Petro, sólo le faltaron
seis semestres para graduarse de la San Marino.
Bogotá está cansada de una
administración izquierdista que en diez años no ha hecho nada más que acabar
con los cimientos que Antanas Mockus y Enrique Peñalosa habían construido a
principios de siglo.
Lo cierto en este caso es que
este culebrón, digno de ser titular en las noticias de nuestra farsándula criolla, aún no tiene fin y
que entre chiste y chanza entre tanta defensa y pelea de quién tiene más poder
entre el Procurador y el protagonista de nuestra historia, por Bogotá se ha
hecho poco. Las calles están destruidas, la movilidad se parece un poco más al
camino tortuoso hacia el infiero, la seguridad es un periódico de ayer, y
estamos llenos de mierda hasta el cuello con las basuras.
Pero tranquilo, porque así como
dice mi sabio abuelo “aquí de todo el mundo se raja, pero a nadie se le
sostiene”, y de este novelón nos quedan los premios –y no precisamente los Tv y
Novelas- sino el Premio de liderazgo climático y ciudad, ETB premio Acceture
por innovación, Premio de Mejores
Prácticas Globales en Restauración Ecológica, Premio cultura sostenible
concedido por el Foro Global de Asentamientos Urbanos y apoyado por la UNEP,
premio por la Revitalización del Centro Histórico, Premio
Colombiano de Sostenibilidad Urbana y muchos más.
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